Se preveía una fiesta del fútbol: cuatro Madrid-Barça en menos de un mes. Empacho de partidos del siglo, con el morbo añadido de ver si los catalanes eran capaces de arrasar a los blancos en cada uno de los enfrentamientos. Opio del pueblo.
Y tras ver el primero de los cruces se vio lo que nos esperaba: el mejor equipo del momento haciendo lo suyo, jugar al fútbol, mientras que el entrenado por Mourinho se escondía en su campo, huyendo de la pelota, esperando que un mal pelotazo le sirviera al palomero de turno para aprovechar una contra. Apuesta arriesgada jugando con el Barça: si le concedes una posesión del 80% tienes todas las papeletas de salir con el rabo entre las piernas. Aún así la cosa quedó en tablas, a mi juicio inmerecidas, pero dejando claro que el fútbol rácano del portugués poco tenía que hacer contra la máquina azulgrana.
Sin embargo el planteamiento de la final de Copa cambio las tornas, al menos durante el primer tiempo: durante esos primeros cuarenta y cinco minutos el equipo de la capital fue capaz de acogotar a todo un FC Barcelona, con plantillazos incluidos que no merecieron ni tarjeta, ya ves tú. Eso sí, durante el segundo tiempo el espectáculo se pareció más al visto en el Bernabéu unos días antes. Y ya en la prórroga las fuerzas ayudaron más a los madrileños.
Con esas nos plantamos en el primer partido de Champions, en el que Mou vuelve a sacar a sus jugadores por detrás de la pelota. Sabe que encajar goles en casa puede ser mortal, así que organiza un equipo ultradefensivo (aunque sin presión suficiente como para incomodar al Barcelona), para intentar jugarse la cosa a cara o cruz en el partido de vuelta con el público en contra pero consciente de que meter un gol en el Camp Nou sería de gran ayuda para conseguir el pase a la final. Y los de Guardiola, de nuevo a lo suyo: tocar y tocar. Aguantando las patadas que les daban y tirándose al suelo cuando no les tocaban. Sabia estrategia cuando te enfrentas a un equipo que sabes que va a jugar al límite, si provocas tarjetas les condicionas para el resto del partido… y para el resto de la eliminatoria. Claro que si las patadas y los pisotones de los unos denotaron escaso Fairplay (eso que le encanta proclamar a la FIFA y a la UEFA), los sainetes culés fingiendo agresiones cuando no las había dejaron su seny a la altura del betún, sólo un peldaño por encima de cuando hace un año el Inter les eliminó en casa y, mientras los italianos lo celebraban, los aspersores de Can Barça se dispararon misteriosamente. Mira tú, qué pena, con lo bien que juegan éstos chicos, con lo majo que es el Guardiola éste, no me puedo creer que con el fútbol interestelar que son capaces de desplegar recurran a esas marrullerías para intentar engañar y presionar al árbitro.
Y así sigue el partido hasta que unos minutos después de comenzar la segunda parte el pirado de Pepe le mete un planchazo a Alves, que cae fulminado como si le hubieran cortado un pie. Tangana, presión al árbitro y tarjeta roja para el defensa portugués por una entrada dura en la que disputa el balón, y al que toca antes de hacer lo mismo con la pierna del brasileño (si es que llega a tocar ésta…). Una jugada en la que el árbitro debe pitar falta, sí. Y tarjeta amarilla, sí, por ser juego peligroso, no se debe entrar con los tacos por delante porque alguien puede hacerse (mucho) daño. Pero amarilla, nunca roja, porque el infractor está disputando el balón. Ni siquiera voy a valorar si toca o no la pierna del defensa. Ni el posible teatro que hace éste. La entrada es de amarilla.
Pero… ¡roja? No, hijo, no. Me da lo mismo que la federación alemana apoye a su árbitro. Me cuesta creer que sean tan chauvinistas, siendo ésta palabra francesa y teniendo ellos tan poco aprecio por los gabachos. Me da igual que la prensa deportiva de medio mundo diga que la expulsión es justa, porque sé que muchos de esos periodistas están hasta los huevos de Mourinho (normal, por otra parte) y no van a concederle ni un centímetro. Y más cuando el argumento que exponen todos en sus críticas es que el Barça lo merecía porque jugó infinitamente mejor y porque el Madrid hizo un juego rácano. Como si esto fuera un deporte que se decidiera a los puntos, como el boxeo (el jurado decide que gana fulanito, porque juega mejor…). Así que, como el Barcelona jugó mejor, la tarjeta de Pepe debe ser roja. Toma justicia divina. Yo era muy consciente de que el Madrid podía perder por dos o tres goles de diferencia en su campo, porque además sabía cómo iban a jugar, dieron muchas pistas unos días antes. De hecho, aposté en su contra en la porra del trabajo. Pero los goles no pudieron llegar hasta que echaron a Pepe. Normal que llegaran, bastante difícil es jugar contra el Barça como para encima hacerlo en inferioridad. Mourinho pagó su raquitismo, el Barça sentenció su eliminatoria y el árbitro se cubrió de mierda.
Después viene el esperpento de la rueda de prensa (con la que estoy de acuerdo, aunque sólo en parte: que pregunten en Londres qué pasó hace un par de años). Sin decir, como el portugués, que hay una mano negra que ayuda al Barcelona, tengo muy claro que el Superbarça de los seis títulos no mereció ni de lejos pasar esa eliminatoria. Pero así es esto del deporte, los árbitros, como mínimo, se equivocan.
Y a continuación, sesión doble de denuncias. El Barça contra Mou, el Madrid contra el Barça. Vamos, el colmo, lo nunca visto. Ponía hoy en mi Facebook que si el Madrid hubiera denunciado a cuantos le han acusado de favoritismo desde hace tantos años puede que las ligas se jugaran en los juzgados (a los blancos no les vendría mal: de su estadio a Plaza de Castilla hay sólo un par de paradas de metro…).
No es la primera vez que los culés amenazan con denunciar a alguien durante ésta temporada. Tiene pinta de que quieren amortizar lo que les cuesta su abogado. Oye, tú, la pela es la pela, y ya que lo pagamos…
El próximo episodio, el martes. Espero que no llegue la sangre al río. Y que la derrota del Madrid no sea muy abultada (suficiente tuvimos con el desgarro del partido de ida de Liga).
Y mientras, del Bosque, nerviosito. Teme que se le joda el chiringuito…
¡HALA MADRID!
P.D.: Marcelo sí que mereció tarjeta roja, mira tú, por el pisotón a Pedro. Pero de eso pocos hablan…
