http://www.eldiario.es/sociedad/cines-recortes-crisis-yelmo_0_57044743.html
La piratería, dichosa piratería,
siempre en el ojo del huracán. Y sí, es verdad que hace diez años
el asunto era residual, y a día de hoy, la cosa se ha disparado. Si
buscas en Google, a pesar de los intentos de la compañía puntocom,
encuentras fácilmente lo que quieras. Si quieres quedarte con la
versión de los proyeccionistas, allá tú. Si lo prefieres, te
cuento la mía. Y, si no, deja de leer.
Cuando estaba en la universidad, iba
todas las semanas al cine con mi novia. Llegamos a tener el
'problema' de no saber qué ver: íbamos con tanta frecuencia, que no
fueron pocas las veces que, mirando la cartelera, no sabíamos qué
película elegir porque ya habíamos visto tantas de las que había
en cartel que las cuatro que nos quedaban no nos llamaban la
atención. Y vimos algunas películas buenas, muchas películas
pasables (pero que podríamos haber visto en vídeo tranquilamente en
casa, pagando por ello bastante menos), y unas cuantas películas
malas de solemnidad.
La diferencia entre ver una película
mediocre hace diecisiete años y verla ahora, es que entonces la
entrada nos costaba cuatrocientas y pico pesetas, y ahora, si
traduzco el precio a la antigua moneda, los contadores que calculan
el incremento del precio se vuelven locos. Vale, sí, por entonces
teníamos el carnet joven, que implicaba descuentos de día del
espectador de lunes a viernes. Y sí, han pasado unos cuantos años...
pero las cuentas siguen sin cuadrarme. Tanto, que, si comparo mi
situación de entonces (estudiante sin sueldo, que sobrevive con los
que le dan sus padres para gastar en tabaco, cervezas, copas, cine y
regalos para las celebraciones familiares en una familia numerosa)
con mi situación actual (casado y sin hijos conocidos, pagando
hipoteca y con la suerte de tener trabajo ambos dos), y las comparo con
lo que iba al cine entonces y lo que voy ahora, resulta que antes,
con mucha menos pasta para gastar, frecuentaba mucho más las salas.
Vale, antes no tenía casa propia (ni
prestada por el banco...), por lo que si quería estar con mi amor
tenía que salir a la calle a pasar frío en invierno y calor en
verano, meternos en un bar a beber cervezas o ir al cine para pasar
el rato. Y ahora podemos pasar un sábado entero de invierno sin
salir de casa, con nuestra calefacción central y nuestra conexión a
internet... Y podríamos ir al cine, pero pagar lo que piden por la
entrada... ni de coña.
Por aquellos tiempos en los que me
sabía la cartelera de memoria, el cine era barato y todo mi
conocimiento sobre interconexión de ordenadores se basaba en un
cable que se conectaba a unos puertos llamados 'COM' (que usaba para
jugar al Doom con mi vecino de abajo), las salas eran
grandes, generalmente había sólo una en cada cine, y las
películas duraban uno o dos meses en cartelera. Ahora, que tengo
conexión a internet de doce megas (no es que sea el Halcón
Milenario de internet, pero corre lo suficiente como para escapar de
los destructores del Imperio), el cine es caro, las salas se han
multiplicado en cada cine y las películas duran apenas unas semanas.
Pienso que los exhibidores se han subido a la parra, se han pasado
tres pueblos... que han querido exprimir la gallina de los huevos de
oro al mismo tiempo que ha surgido una alternativa distinta, la Red,
en la que no han sido capaces de meter la cabeza porque la codicia
les pierde. ¿Para qué queremos tantas salas, si las películas
duran menos tiempo en cartel?
“Pero podemos fijarnos en otro
dato que nos aporta también el Ministerio: el número de salas no
dejó de crecer hasta el año 2007 para luego caer, muy poco. Hoy
tenemos 420 cines menos que en el año 2000 pero 1.450 salas más. Es
decir, cerraron los grandes cines de una sola pantalla y se impuso el
modelo del multicine, esencialmente en el centro comercial. Esta idea
la trajo a España, por cierto, José Battle, en 1987. 25 años
después se sigue amortizando el nuevo aliento que supuso la
instauración del sistema americano de los multiplex.
“
Y ojo a esto, no
sea que nos vendan como pérdidas unos ingresos inferiores a los
presupuestados. No sé cuál será la realidad, pero no sería la
primera vez que alguien habla del descenso en los beneficios como si
de pérdidas se tratara:
“Desde enero de 2011, Yelmo
ha acumulado unas pérdidas de 10 millones de euros”
explica Alfonso de la Rica, portavoz de esta
cadena propietaria de emblemáticas salas como los cines en versión
original Ideal, en Madrid. La empresa “prevé unas pérdidas
superiores a las del ejercicio anterior, provocadas por el descenso
de espectadores”. El abandono de las salas ha originado un
“descenso de los ingresos y pérdida del margen de beneficio”.
¿Dónde están los espectadores? De la Rica recuerda “la
piratería” ya que “que los contenidos se distribuyan
gratuitamente ha afectado mucho”, el impacto de la subida del IVA
del 8 al 21 por ciento, y el bolsillo: “la entrada de cine nos
parece a todos un artículo de lujo, que no lo es, si lo piensas
cuesta lo mismo que un menú del McDonald’s”.
Ah, por cierto:
pueden echar la culpa a la piratería. O al gobierno por su subida
(salvaje, ciertamente) del IVA. Pero compararse con un menú de la
llamada comida basura no dice mucho a su favor (independientemente
del precio de ambos...).
(De aquella época
recuerdo, entre otras, una película de serie B: 'Testigo mudo'. Fue
una de esas que vimos por ver porque ya lo teníamos todo visto. Y
nos reímos un montón con ella. No sé si hoy nos hubiera gustado,
pero por entonces cumplió su cometido: hacernos pasar un rato
entretenido por un precio asequible...).