domingo, 22 de agosto de 2010

Tráfico






Ayer nos desayunábamos con esta triste noticia. Sobre ella poco puedo opinar, el horror  se describe por si mismo. Hoy los medios añadían que el asesino no tenía licencia de armas y que se ha negado a declarar ante la policía.

Acerca de él tampoco diré mucho: espero que le enchironen de por vida, porque teniendo cerca de ochenta no creo que le queden demasiados. Aunque ya estoy viendo que su abogado alegará enajenación mental, transitoria o no, y entre eso y la edad ya veremos.

Noticias como estas  no son habituales, no recuerdo reacciones similares excepto por una, hace ya un porrón de años, en la que uno sacó una katana del maletero, aunque mi memoria no da de sí como para recordar si terminó matando a nadie. Hace años a más de uno le daba por salir del coche con la barra antirrobo en la mano. Menos mal que ahora existen dispositivos electrónicos para inmovilizar los vehículos…

Lo que no me resulta ajeno es la agresividad que muestra mucha gente al vérselas en la misma situación. Eso sí, la cosa suele quedarse en ladridos, en ocasiones algún tortazo o poco más. Y eso enlaza ya de lleno con lo que me vino a la cabeza al enterarme del suceso: la misma agresividad nos acompaña habitualmente cuando nos ponemos al volante. No sé si será culpa de este, de la palanca de cambios o del cigüeñal, pero lo cierto es que en cuanto giramos la llave para arrancar el motor abrimos con él nuestra caja de los truenos particular, sacamos lo peor de cada uno.

Si eso lo unimos al poco respeto que le tenemos a las normas de tráfico y a la mala educación que demostramos conduciendo, nuestras frustraciones y complejos transforman esos truenos en tornados. Es sólo cuestión de tiempo que tengamos un accidente, más o menos grave, culpa nuestra o del otro. Y después, crucemos los dedos para que el contrario no saque un bazuca del maletero. Bueno, él o nosotros…

El comportamiento de los conductores en este país es para psicoanalizar. Pero mientras resucita Freud, además de campañas educativas (que tanto nos gustan y no están de más, pero no lo son todo) o anuncios dramáticos de la DGT, lo que nos hace falta es mano dura (mucha más). Estoy seguro de que si nos acostumbran a respetar las normas, aunque sólo sea por miedo a las sanciones, habrá menos oportunidades en las que sacar a pasear nuestra mala leche. Aunque luego protestemos y digamos que las multas son para recaudar…




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