miércoles, 2 de septiembre de 2009

Día 8




Cometemos el error de ir a ver el Monte Saint Michel un sábado (no nos dimos cuenta a la hora de planificar el viaje). Si ha habido sitios (como Quimper) en los que hemos visto mucha gente, supongo que no sólo por ser Agosto sino que el mercadillo también tendría su parte de culpa, el añadir a la ecuación la variable ‘fin de semana’ termina por complicar la cosa. Así que llegamos a media mañana y vemos el parking atestado de coches y caravanas. Y el monte, no podía ser de otra manera, lleno de gente, tanto que a veces era imposible avanzar por la callejuela de subida. Al final decidimos darnos la vuelta a mitad de camino y dejar la abadía para mejor ocasión (lo que convierte esta historia en una excusa perfecta para volver a Bretaña). Eso sí, Fernando se quedó con las ganas de subir…

Lo que me parece horroroso del sitio este es que es demasiado comercial. Hay tiendas por todas partes, lo que le hace perder parte de la magia.



Al salir de allí pronto ganamos tiempo para ver Saint Malo. Empeñados como estábamos en ir por carreteras costeras, nos metimos por unos caminitos que hicieron las delicias de la conductora del día. Finalmente llegamos a la ciudad corsaria, que tiene una muralla impresionante y dos o tres fuertes (?) en islotes cercanos. Si bien la ciudad no es tan bonita como Quimper (ni como Dinan, a la que iremos después), es agradable dar un paseo intramuros. Su arquitectura no se corresponde con la típica centroeuropea que hemos visto en otros lugares, aquí predominan las casas de piedra (seguramente bastante más modernas).




Dinan… una de las joyas de la corona. Es una pena que no conserve toda su muralla. Tanto la parte medieval, muy extensa y bien cuidada, como las casas de piedra (algunas de ellas del siglo XVIII) son preciosas. Una vez más nos jode la visita que era día de mercadillo (de nuevo charlatanes vendiendo el Nicer Dicer, Levis, pistolas simuladas… a las puertas de una casa medieval. Sólo faltaba que hubiera paja y estiercol por las calles y oír de vez en cuando el grito de ¡agua vaaaaa! para terminar de ambientar la escena…).

(Hoy el Tomtom se ha portado mejor, aunque sigo pensando en comprarme otro…).



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