viernes, 11 de septiembre de 2009

Día 11

Pasamos por los alrededores de Sainte Marie du Mont, un pueblo de casonas de piedra llenas de historias y rodeadas de prados donde pastan vacas y ovejas ajenas al reclamo turístico que representa a día de hoy el desembarco llevado a cabo a tan sólo unos kilómetros de allí.

Tras ver las playas de Utah y Omaha terminamos visitando el primero de los tres cementerios de guerra que vimos durante el viaje. En esta ocasión es el turno del estadounidense. Está muy bien cuidado. Impresiona ver esas hileras interminables de cruces, y el silencio que reina en el lugar te hiela la sangre.






Otra vez en marcha, nos dirigimos a Bayeux. Por el camino vemos placas conmemorativas en todos los pueblos y banderas de EEUU en muchas casas. No sé si será parte de la parafernalia turística o si será una verdadera muestra de gratitud por los hechos acaecidos tantos años atrás, lo cierto es que a algún despistado le habría parecido que estábamos sobre territorio de los USA.

Ya en Bayeux y después de comer ‘de cualquier manera’, ya que ese día nos costó encontrar un sitio donde sacar la neverita, los chicos nos dirigimos a ver el museo del desembarco de esta localidad, mientras que las chicas se dan una vuelta por la ciudad, y aseguran que la catedral es impresionante. Después pasamos por el cementerio británico, más pequeño que el que vimos por la mañana y con las lápidas más juntas, pero igualmente sobrecogedor, supongo que por ser uno de los lugares de descanso de tanta gente muerta por la locura de un alemán con mal genio y bigote a lo Chaplin. Además, en la base de muchas lápidas había inscripciones, supongo que dedicatorias de los familiares de los que allí reposan. Al leerlas se te encoge el corazón.

Finalmente aterrizamos en St. Lô, una ciudad con muy poco que ver.

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